Escritores destacados en el PRIMER ENCUENTRO VIRTUAL
NACIONAL DE NARRATIVA “DÍA DEL ESCRITOR 2020”, organizado por S.A.D.E. Filial
San Francisco (Córdoba)
PROYECTO
FAMILIAR
Hace varios años, no recuerdo cuántos, cierto día en
que estábamos reunidos en un almuerzo especial, surgió un proyecto para llevar
a cabo en familia, conocer el mar… Nuestros ojos habían copiado el tinte de las
verdes praderas y sólo los linos en primavera, nos regalaban una imagen de mar
cuando el viento los mecía.
En dos autos partimos una semana antes de Navidad.
Buenos Aires sería la primera etapa. La capital lucía espléndida con sus luces,
pasacalles, vidrieras alusivas a la fecha y un gigantesco árbol de Navidad,
armado en el Obelisco, en el corazón de la ciudad. ¡Cómo disfrutamos
recorrerla! Entre otros paseos, un día decidimos conocer el Delta del
Paraná. Grandes macizos de hortensias a orillas del río, las azaleas, los
jazmines, la gama de verdes de los árboles… todo era belleza, perfume y color.
Por la tarde, la lancha se detuvo frente al hostal El Tropezón. Todavía se lo
podía visitar… Al atravesar el umbral de la habitación nro. 9, nos adentramos
en los últimos instantes de un grande de las letras argentinas, don Leopoldo
Lugones. En ese lugar, en 1938, con cianuro y un vaso de whisky, su mente apagó
para siempre... Cuando ya las sombras llamaban a silencio y los primeros astros
de la noche ensayaban su salmo, la poesía brillaba en el crepúsculo y en la voz
del poeta… sus versos de amor romántico, eran sahumerios en el aire…
Al día siguiente, continuamos nuestro viaje por la
ruta 2, hacia la costa. Era un día diáfano, radiante. Entramos por Avenida
Pedro Luro y allá, donde la avenida desciende… el mar. La magia de la mañana
penetró nuestras pupilas, en el preciso momento que se hundían en el piélago
lejano, horizonte soñado… azul y azul.
María Teresa
Pavía de Picco
IMÁGENES
El hada de la vida nos entrega paisajes como la
crisálida nos regala esa flor alada en vuelo de manera tan cadenciosa, y en
revoloteo errático nos deja verla transformada.
Así, el atardecer marino evoca lo espléndido y la
maravilla del coloso que descansa. Sus sonrientes espumas, en la caldeada arena
recorren infinitos kilómetros, para posarse en la alfombra, en la desnudez de
pies que vibrarán con su masaje peculiar.
Esa profundidad nos entrega el infinito, cómplice
mundano de miles situaciones disímiles, donde recuerdos felices afloran en la
quietud de la mente. Nos entrega entonces la brisa, al rostro, junto a los
vestigios ocres del rey.
Esas huellas quedan en el arenoso suelo donde aves
marinas, buscan restos de almejas en el mar que depositó en la costa. El
tremendo titán índigo nos observa lánguido, brioso por momentos y repleto de
misterios que tratamos de descubrir, pues nuestros ojos lo verán verde en el
amanecer, diferentes tonalidades de celeste en el día y oscuro llegando al
final de otra jornada.
Este piélago cálido pide a gritos ¡Habla conmigo!,
pues su soledad es muy amplia. A veces con tonos grisáceos y millones de
gotitas que lagrimean sobre él. Solo deja rozar la mejilla costera en el sonido
mudo acústico de conchas y caracolas que acompasan las marcas de caminantes en
la playa.
Pequeños cangrejos y estrellas de mar escapan en busca
de las olas que le darán sustento a su blanca, burbujeante y suave piel. Ahí se
escurrirán del Sol al atardecer, de este imaginario túnel del tiempo en busca
de una noche de pasión, refugio de un amante solitario que espera tersos labios
para amar.
Raúl Rodríguez
Olezza
https://drive.google.com/file/d/1_pIryGZ1xtiE48VWPobhI0F0t-8EqLAQ/view?fbclid=IwAR1DbLpS-h0KmNSiNfKk27s8Q4IQk6PMWrMDqTwBAcI5oX9m5Q_8dvfPmdU