PRESAGIO
Mientras la noche avanza sobre la ciudad, el
salón abrevia sus luminarias. Las mismas dan paso a aquellas que acompañan a
los dulces rezongos de un acordeón. Es el acordeón de Alberto, “el gringo” como
todos lo conocen. Alberto luce entre sus manos el viejo instrumento que le
regaló su padre, un inmigrante italiano instalado a principios del siglo pasado
en una colonia agrícola de Santa Fe.
Cuando
“el gringo” descubrió la vocación por la música, su progenitor le compró el
acordeón. Luego, con un puñado de amigos, armó una orquesta característica. Así
comenzó su carrera profesional. Unas décadas después, con las innovaciones del
espectáculo, el grupo se disolvió. Al poco tiempo, gracias a su experiencia,
Alberto fue contratado por una incipiente banda de cumbia santafecina. Ahora es
director y alma del conjunto.
La gente se abarrota frente al escenario. A
los sones del acordeón le siguen los repiques de la percusión. Así, uno a uno,
los músicos despiertan a los instrumentos de su letargo. Los pies en la pista
comienzan a chasquear al ritmo de la cumbia y su seducción. La banda ya
despliega su estilo tropical y un joven cantante arranca suspiros entre las
damas. Las románticas canciones se adueñan del recinto y de las pulsaciones de
más de un corazón.
“El
gringo” se crió en el campo mientras escuchaba la radio de la ciudad. Allí la
música mitigaba su soledad. El silencio se rompía con los acordes de un tango,
un chamamé, un pasodoble… De todos los ritmos algo aprendió y algo aplicó a su
actividad. Hoy su aporte es fundamental en los shows. Pese a su larga edad no
tiene pensado retirarse.
Alberto resalta entre tanta lozanía. Su pelo
cano contrasta con su colorida camisa y el rojo instrumento. El pulmón del
mismo se contrae y dilata dentro de su tórax de madera, mientras los dedos del
artista pasean sobre la botonera y el teclado. De pronto, el acordeón emite una
nota ajena a la partitura de la cumbia. Los demás músicos miran de reojo al
“gringo”, extrañados por su yerro. Atónitos observan cómo voltea su cabeza
hacia atrás, sobre el respaldo de la silla. La mano derecha del artista es una
araña inerte sobre la blanca dentadura del instrumento. La cumbia se detiene
abruptamente. El público vuelve a abarrotarse frente al tablado.
Alberto
siempre comenta, en tono de broma, que lo van a bajar del escenario “con los
pies para adelante”.
El presagio se cumple. El fuelle del
acordeón dibuja una amarga sonrisa…
Jorge Emilio Bossa
Mención Jurado Género Prosa
Concurso Literario “Premios
Farfalla”
Familia Trentina de Rafaela
Tema: El acordeón
Rafaela (Sta. Fe), Noviembre
de 2014
Felicitaciones Jorge por tus logros. Realmente eres un ejemplo a seguir. Jamás
ResponderEliminarclaudicas, siempre dando un paso más hacia adelante. Tenerte en nuestro grupo nos llena de orgullo y nos da felicidad. Myriam