Por tu sonrisa que venía desde adentro,
por el bálsamo sutil de tu mirada
en cuyas negras pupilas me internaba
y lograba una paz nunca igualada.
Por las fuertes arrugas de tu rostro
que aparecieron sin alternativa
y que yo amaba porque ellas no opacaban
la juventud intemporal que te animaba.
Por la pasión vehemente de tu verbo,
por el soberano empuje de tu idea,
por el ejemplar valor de tus principios,
por la profunda influencia de tu fuego.
Por la ilusión que plantaste en mis mañanas,
por el apoyo indeclinable que me dabas,
por la fuerza que aún me sigues dando
desde la hondura indescifrable de la nada.
Todo lo que me diste acá lo tengo,
es lo que dio forma a lo invisible,
a ese armazón que sostiene mi madera
y donde estarás por siempre, padre mío.
Alma Carrión de Dal Bó
Del libro “Cántaro Poético”, Antología 2019 del Taller
Literario “Letras y Sonidos” de San Francisco (Cba.)
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